miércoles, 1 de julio de 2009

Fallece Pina Bausch 30 junio 2009

Fallece la coreógrafa alemana Pina Bausch a causa de un cáncer
30 junio 2009
















La coreógrafa alemana el icono de la danza contemporánea, Pina Bausch falleció ayer a los 68 años de edad en el hospital de la ciudad alemana de Wuppertal tan solo cinco días después de que se le diagnosticara un cáncer.

La creadora de Café Müller(1985) sorprendió al mundo en los años 70 con una nueva forma de abordar la danza, incorporando a ella elementos teatrales y haciendo del movimiento un lenguaje mucho más intenso visual y expresivamente, explotando al máximo las emociones de los intérpretes, de ahí que el mundo del arte llore hoy su perdida.

Su última producción, una melancólica reflexión sobre el Chile dictatorial de los setenta, se había estrenado hace escasas dos semanas en su amado Wuppertal y hasta el pasado domingo Pina estuvo en el teatro rodeada por sus bailarines.

El director de cine español Pedro Almodóvar, que la invitó a trabajar en su película Hable con ella, en 2001, declaró que la coreógrafa fue para él "una revelación, una fuente constante de placer. Me provocaba emociones muy diversas y me inspiraba siempre".

Muere Pina Bausch

Muere Pina Bausch, uno de los iconos de la danza contemporánea
La creadora de «Café Müller» falleció en Wuppertal a los 68 años, sólo cinco días después de que se le diagnosticara un cáncer




«Pina Bausch ha fallecido el martes por la mañana en el hospital; una muerte inesperada y rápida, cinco días después de que se le diagnosticara un cáncer». Con este escueto comunicado anunciaba la portavoz de la Wuppertaler Tanzatheater, la compañía en la que Pina Bausch desarrolló su trabajo durante los últimos treinta y cinco años, el fallecimiento de la coreógrafa alemana.

La noticia, por imprevista y triste, ha supuesto un tremendo golpe para el mundo de la danza. Ha muerto prácticamente sobre el escenario, ya que apenas hace unos días estrenó su nueva coreografía y, como recordaba la portavoz de la compañía, el último domingo (el día 21) estuvo todavía junto a sus bailarines en el teatro.
Tras este estreno, Pina Bausch ingresó en el hospital de Wuppertal para someterse a diversas pruebas que explicaran la intensa fatiga que sufría la coreógrafa últimamente. «No salió de allí», dijo la portavoz.

Pina Bausch era una creadora deslumbrante, una de las grandes renovadoras de un arte al que ella aportó su mirada magnética y evocadora.

Sus obras eran cataratas de imágenes y el escenario un lienzo conmovedor que coloreaba con sensaciones muy distintas. «Mi trabajo -dijo en su última visita a Madrid, hace algo menos de tres años- tiene que ver con los sentimientos personales, y en este sentido es importante propiciar el acercamiento entre nosotros. Ver que estamos juntos, que nos reímos de lo mismo, que lloramos con lo mismo. Que estamos cerca los unos de los otros, a pesar de que hablemos otro idioma».
Pina (Josephine) Bausch tenía fervorosos seguidores, pero también eran numerosos, e igual de efusivos, sus detractores, que no aceptaban su visión expresionista y teatral de la danza.

Nació en Solingen, Alemania, el 27 de julio de 1940. Tras sus primeros estudios en su país natal viajó a Estados Unidos, donde trabajó con figuras tan distintas como José Limón, Antony Tudor, Herbert Ross o Paul Taylor.

En 1973, varios años después de su regreso a Alemania, y después de estrenar varias coreografías en el teatro de la Ópera de Wuppertal, su entonces director general, Arno Wüstenhöfer, le encargó la creación de una compañía de danza, la Wuppertaler Tanztheater. Nació así un conjunto que ha sido desde entonces una de las principales referencias de la danza contemporánea actual, aunque Pina Bausch siempre haya sido profundamente individualista en su trabajo.

La soledad, las relaciones humanas, afloraban a través de sus coreografías con una enorme sinceridad, «empujando los límites de lo que llamamos danza», en palabras del coreógrafo John Neumeier.
Su imagen enjuta, enredada en los dedos un sempiterno cigarrillo, la mirada translúcida, el largo cabello recogido en una cola de caballo, fue habitual durante un tiempo en las noches flamencas de Madrid. Eran los primeros años noventa, y Pina Bausch preparaba una coreografía inspirada en la capital. En aquellas veladas concluidas a menudo en el Candela, entre vapores y ayes flamencos, se fraguaron amistades, como la que sostuvo con Pedro Almodóvar. El cineasta manchego le rindió homenaje en su película «Hable con ella», donde incluía breves fragmentos de «Café Müller» y «Masurca Fogo».

Fue precisamente «Café Müller» la obra que deslumbró al público madrileño en 1985. La presentó en el teatro de la Zarzuela, dentro del Festival de Otoño, y supuso una reveladora experiencia para quienes asistieron a aquellas funciones. Estrenada en 1978, es sin duda uno de los trabajos más destacados de Pina Bausch, una mujer que empezó a bailar, según sus propias palabras, porque le daba miedo hablar, y que ha dejado obras extraordinarias, como «Ifigenia en Táuride», «Claveles» (ambas presentadas en el Teatro Real en 1998), «Los siete pecados capitales», «Danzón» o «Nefés» (que pudo verse en la Zarzuela hace tres años). El Festival de Otoño madrileño tiene programada en su próxima edición «Kontakthof», una pieza de 1978.

The Dybbuk de Krzysztof Warlikowski

The Dybbuk, basado en textos de Szymon Anski y Hanna Krall
Pais Polonia. Idioma Polaco, duración aproximada 2 horas y 20 minutos sin intermedio.

Un trabajo intenso, que explora una faceta inquietante del folclore judio con impresionantes imágenes sobre el escenario y con una todavia más impresionante banda sonora.

El director polaco Krzysztof Warlikowski, mezcla dos relatos de dybbuks- Almas cuyas vidas terrenales terminaron prematuramente y que regresan para habitar un cuerpo vivo- en un espectáculo de dos horas y media sin interrupciones cargado de frases de resonancias místicas.

Una de las historias, sacada de una obra de 1920 de Szymon Ansky, se centra en una joven que debe elegir entre verse obligada a casarse contra su voluntad o ser poseida por el alma de su verdadero amor, que murió joven.

La otra, basada en un relato reciente de Hanna Krall, trata sobre un hombre que desde la infancia ha estado habitado por un hermanastro muerto en el gueto de Varsovia, con el nacimiento ahora de su propio hijo , el hombre debe decidir si expulsa a u visitante sobrenatural.

Estas historias pueden interpretarse como cuentos terroríficos o pueden interpretarse como la alegoría de Warlikowski, de la conexión del judaismo con Polonia en el último siglo - si abrazar ese pasado, como en la primera historia o dejarlo de lado, como en la segunda. Ninguna de las dos opciones es fácil.

The Dybbuk, presenta una imagineria alucinatoria - una parte recuerda una especie de cabaret a cámara lenta, con un hombre que se desnuda con aire decadente mientras la mujer se viste. Pero justo cuando el ritmo letárgico y los espaciados diálogos empiezan a entumecerse, llega la sorpresa. Especialmente hipnótico resulta un efecto visual proyectado en la parte trasera del escenario, que parece representar el mundo de las tinieblas, con una serie de animales y una mujer semidesnuda apareciendo repentinamente.


Dybbuk es un espiritu condenado que toma posesión del cuerpo de una persona viva, el espiritu quiere ser vengado del pecado cometido, pide reparación del mal y la injusticia experimentados en vida poseyendo el cuerpo de un familiar.

Dybbuk es la continuación de la vida, ha dicho Warlikowski. Es también el testimonio de la transmigración de espiritus. En estos días, es la personificación de la memoria de la que no queremos desprendernos, que queremos cultivar en nosotros mismos, la memoria que tiene el poder de salvarnos.

El comienzo es extraño, casi anti-teatral, nos adentra en una realidad desconocida, nos convierte en una comunidad. Los actores hilan las historias como si las acabaran de escuchar, de aprender, se escuchan atentamente entre si. Evocan los mundos olvidados como si evocaran al dybbuk. No hay telón. El escenario es una estructura metálica dividida en dos. La parte mas grande tiene un suelorojo y blando, viejos aparadores con espejos se sitúan a ambos lados. Una pared de madera cierra la zona. El suelo de la otra zona es de hojalata, la mesa está cubierta con una tela blanca. Al frente hay siete sillas en fila: los actores se sientan, relajados, todavía no están preparados. La luz cambia y el primer actor comienza el relato.

Body Painting Curso 2004/2005